Muchas veces por falta de tiempo, por flojera/fiaca, por baja
autoestima y razones diversas, la persona que vive con FQ no realizan ejercicio
ni practica algún deporte.
Es una constante encontrar esta situación. Algunos padres de
familia se desesperan al ver que sus hijos no quieren practicar ni hacer
ejercicio.
Un punto fundamental para iniciarnos en el ejercicio, es
tener la certificación del especialista en FQ, que nos ayudará a identificar lo
que cada persona con FQ puede realizar, pues cada persona es diferente y tanto el
daño como las necesidades pulmonares son diferentes en cada persona.
Otro punto importante, es ayudar a reconocer a los hijos, cuál es o cuáles son sus ejercicios o deportes favoritos, de esta manera,
será más fácil involucrarlos en el ejercicio y en el deporte.
Es más sencillo crear una disciplina de ejercicios y
deportes, cuando se conocen los gustos de las personas con FQ que practicarían
el ejercicio y/o deporte.
También es fundamental, tomar en cuenta la nutrición en la persona con FQ, pues el ejercicio consume
mucha energía. Debemos tomar en cuenta que la nutrición debe ser aún más potente y deberá estar bien equilibrada, según lo que requiera la persona con FQ en cada caso.
No hay pretextos
Nunca olvidar que, el ejercicio y la práctica de algún deporte, es un pilar fundamental en la vida de alguien con FQ, siempre encontrando las alternativas viables para cada persona, hacerlo divertido y evitar lo rutinario.
Podemos comenzar con pocos minutos de
actividad, para que al paso de los días, ir creando esfuerzos mayores y conocer la
capacidad de la persona que los practica, será un unto primordial a tomar en cuenta.
Haz deporte y ejercicio por un bienestar interno, tu cuerpo
te lo agradecerá y te ayudará a sentirte mejor, ser más resistente, ser más
seguro y te servirá para eliminar al estrés.
Nunca subestimemos al ejercicio ni al deporte en FQ, darle
un tiempo cada día, se convierte en algo tan importante, como el tiempo que le
brindamos a comer nuestros alimentos y a realizar nuestros tratamientos.
Diego E. Salinas